Son millones los perturbados que no anhelan más que "comer, beber y alegrarse", aún cuando es fácil discernir qué es preciso hacer.
Repudian el conocimiento, repudian el sacrificio personal, y por supuesto abominan de cualquier acto de generosidad, de disciplina, de cumplir con el otro.
Y estas manos siniestras tienen además sus líderes, sus jefes, sus patrones, que, como se ha visto, disponen de transportes de masas y dinero para choripanes, estandartes, pancartas, bombos y tambores para molestar, desestabilizar y hacer el mal.
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