Por: Luigino Bruni(Las reflexiones del economista italiano Luigino Bruni se publican periódicamente en el diario L’Avvenire).
La amistad se da siempre dentro de una comunidad, pero no siempre ocurre también al revés, ya que pueden existir y de hecho existen comunidades sin ninguna forma de amistad entre las personas, en las que los dones se convierten en obligaciones, sin libertad y sin gratuidad.
Hoy los estudios sobre la felicidad y sobre el bienestar subjetivo nos dicen con gran claridad que la principal causa de felicidad de las personas es la vida en amistad (familiaridad, lealtad, confianza, solidaridad, camaradería), a partir de la primera célula de amistad, que es la familia. Para una vida buena, la calidad de las relaciones de amistad es decisiva a todos los niveles, incluida esa experiencia fundamental de amistad que es el trabajo.
No hay que cometer el error de pensar que la 'fraternidad' sólo es posible en las relaciones íntimas y familiares: la fraternidad es la vocación más profunda y verdadera de los seres humanos en todos los ámbitos en los que se ejerce lo humano.
Hay dimensiones de la amistad, muy íntimas y espirituales.
Pero hay otras dimensiones no menos decisivas para la calidad de nuestra vida que, sin exigir el mutuo pacto de sangre, necesitan que cada uno se sienta vinculado a los otros y considere que los demás ciudadanos son necesarios para la propia felicidad.
Los pueblos del mundo seguirán sufriendo mientras no pasen de ser simples acercamientos de gente, a ser "amigos".
La amistas nos conduce a hablar de "nosotros", de "tú".
Cuando no existe ese sentimiento fraterno y amistoso hacia otros, sólo estamos rodeados de anónimos "ellos".
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