sábado, 8 de marzo de 2014

De lo que nos quejamos es de falta de amistad

Nuestro mundo sufre sobre todo por falta de amistad, a todos los niveles, a partir del económico.

Hace falta amistad para resolver los graves problemas de la miseria y la exclusión.
La filantropía no basta; muchas veces incluso hace daño porque es unilateral. Yo ayudo porque 'soy generoso', y hasta porque me conviene de alguna manera; no porque el otro me importe y me sienta comprometido a hacerlo.

La amistad pide mucho a todos, a los que dan y a los que reciben, porque es una forma de reciprocidad en la que todos dan y todos reciben. Y en la que todos perdonan, pues sin un perdón continuo e institucionalizado la amistad no dura.

La amistad es felicidad, bienestar, vida buena. Pero la vida a nuestro alrededor nos muestra continuamente un espectáculo de no-amistad. Recordar continuamente que la amistad es la vocación de la humanidad implica tener una idea de la salud y la enfermedad de las sociedades humanas.

La amistad respetuosa señala el comienzo que es a la vez el fin último de la historia, la meta hacia la que tendemos.

La no-amistad no es ni la primera ni la última palabra sobre lo humano. Decir que la amistad es la salud y la no-amistad la enfermedad, significa tener una idea de la terapia para curarnos. En cambio, la cultura dominante se ha esmerado en invertir este orden y transformando la enfermedad en salud. Así lo hace cada vez que dice que la rivalidad, la envidia y la vejación del otro son los principales agentes de crecimiento económico y que la concordia, la gratuidad y la igualdad no aumentan el PIB.

Y ni se mencione la aberración de considerar a la guerra como un gran negocio.

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