sábado, 8 de marzo de 2014

Verdadera amistad

En primer lugar, los verdaderos amigos siempre nos hacen mejores, nunca nos destruyen.
Es lo que decía el viejo Aristóteles, que la verdadera amistad se da entre hombres virtuosos, ya que los malvados no son propiamente amigos, sino cómplices de sus fechorías. Los buenos, en cambio, aman a sus amigos y quieren su bien. La amistad los hace mejores.
En segundo lugar, el filósofo griego también decía que los amigos quieren convivir y compartir, por eso hacen cosas juntos, emprendimientos, juegos, practican los mismos deportes y aficiones, les gusta charlar y no se cansan nunca de su mutua compañía.
En tercer lugar, la clave es ese “juntos”, por eso, cuando falta el amigo se le echa de menos, porque nos falta una parte de nosotros mismos. Los amigos, sigue diciendo Aristóteles, quieren estar siempre unidos, frecuentar el trato y compartir aficiones y formas de pensar, son “dos caminando juntos, un alma en dos cuerpos”.
En cuarto lugar, nos preocupamos por los amigos, nos desvivimos por ellos, porque la amistad duplica las alegrías y divide las angustias. Gracias a ella los bienes son mejores y los males se soportan con más facilidad. En las desgracias, los amigos son como un refugio; en la prosperidad, una bendición.
Por último, la amistad es una forma de amor, su matriz está en el compañerismo, como decía C. S. Lewis, pero los amigos comparten una mayor intimidad. Tampoco son como los enamorados, que se miran mutuamente, sino que uno va al lado del otro y miran al mismo objetivo.

El amor es siempre gratuito, por eso, sentimos que nuestros amigos son inmerecidos y los hemos de guardar como auténticos tesoros.

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