sábado, 8 de marzo de 2014

La amistad ha de ser elegida libremente


No siempre lo que entendemos por "amistad" resulta bueno.
En la relación de auténtica y sana amistad han de regir los valores de la igualdad, la libertad y la gratuidad.
La amistad exige una cierta igualdad, sobre todo cuando se pasa de la comunión de bienes a la comunión entre personas. Es una igualdad en dignidad, es reconocer “mis ojos en tus ojos”, sabiendo que tú estás ahí, dentro de esa relación, porque al igual que yo, tú también has elegido libremente estar (y mañana tal vez no) y lo has elegido con gratuidad.
Por eso la amistad exige la superación de los estatus y no es completa mientras eso no ocurra.
Es posible convivir y compartir con otros, a los que se considera desiguales, pero la auténtica amistad exige mucho más.
Por esta razón, la amistad enseña a los hermanos y hermanas de sangre una nueva fraternidad, por la que uno se convierte en hermano.
La amistad es toda ella libertad, porque es una experiencia altísima de gratuidad.
En las comunidades actuales, en los 'pueblos', en los barrios, no hay amigos, en tanto falta precisamente este sentimiento de igualdad, de libertad y de gratuidad.

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